Un tío que por muy jodido que este, consigue arrancarme una sonrisa
Reír es algo que hace meses que no hacía, todavía recuerdo las sonrisas que nos arrancaba a Roxy y a mí cuando lo hemos visto
Merece la pena me ha hecho pasar un buen rato, 41" de entretenimiento
si no aparece pinchar
en https://www.youtube.com/watch?v=nvHxTo8YJAE
sábado, 25 de enero de 2014
Testimonio de Pastoral Sanitaria (extractos de "ESTUVE ENFERMO Y ME VISITASTEIS")
Fernando Poyatos
"ESTUVE ENFERMO Y ME VISITASTEIS"
Testimonio de Pastoral Sanitaria
"ESTUVE ENFERMO Y ME VISITASTEIS"
Testimonio de Pastoral Sanitaria
Podemos además aprender mucho de los visitantes: los
que parecen estar sinceramente motivados; aquellos cuya actitud apresurada
puede reflejar la superficialidad de sus sentimientos hacia el paciente; los
que, al no quitarse el abrigo siquiera, le están diciendo que no quieren
quedarse mucho; los que se ponen a mirar las revistas del enfermo o se abstraen
en su televisión, o salen y entran de la habitación sin mantener nunca una
verdadera interacción; los que fuerzan al enfermo a discutir los asuntos
económicos de la familia porque "hay que ver lo que se va a hacer"
sobre esto y lo otro; los que carecen de la necesaria compasión y comunican no
verbalmente su incomodidad y su incapacidad para enfrentarse con el sufrimiento
de los demás; e incluso miembros de la familia cercanos que no parecen tener una
relación muy personal con su pariente enfermo.
Hay formas de risa que utilizamos incluso hablando
con un enfermo terminal. Hay una risa que 'busca apoyo' y afecto, como la de muchos
desvalidos y desamparados, o la 'risa compasiva' que se ofrece a pacientes
graves (que sólo podríamos verbalizar con palabras de consuelo y comprensión).
Algunas veces nuestro apoyo puede consistir simplemente en reír lo inreíble.
Otras, oímos la risa nerviosa del paciente que busca alivio para su ansiedad,
suscitada por una amenazante preocupación que se niegan a afrontar y por la
necesidad de negarla; o la 'risa agridulce' que refleja sentimientos diversos y
que también se muestra en el rostro como fusión de emociones.
Y en cuanto al lloro o llanto, una profesora
cristiana de enfermería nos dice:
Aquellos que se encuentran en las
profesiones sanitarias, sean psiquiátricas, médicas o pastorales, tiene una
oportunidad única de ayudar a la gente a expresar las emociones 'negativas'
[...] [el llorar es] una función otorgada por Dios que sirve un propósito útil y
que debe ser apoyada terapéuticamente por el orientador cristiano [...] el
cuerpo humano puede soportar sólo cantidades limitadas de estrés. Dios en su
providencia ha proporcionado diversos escapes para la tensión, uno de los
cuales es el llorar.
Más tarde cita a Stott, que dice:
"La moderna ausencia de lágrimas es una mala interpretación del plan de salvación de Dios, una falsa presunción de que su obra salvadora ha terminado [...] que no hay ya necesidad de más enfermedad, sufrimiento o pecado, que son las causas de las penas."
Y llega a la conclusión de que los que reprimen sus
lágrimas;
" Promueven deshonestidad emocional y el que se lleven máscaras dentro del pueblo de Dios [•••] cuando impiden el apoyo de 'llevar las cargas unos de otros' (Ga 6,2)."
Debemos darnos cuenta de que un silencio
significativo durante nuestra visita no es un vacío o laguna, sino algo que es
una parte importante de cualquier interacción, una elocuente declaración sin
palabras de nuestro interés y amor por el enfermo cuando se ha alcanzado la
verdadera comunicación y las palabras se hacen innecesarias. El influyente
psiquiatra suizo cristiano Paul Tournier nos ofrece un emotivo ejemplo del uso
terapéutico del silencio - y también del tiempo, mencionado más abajo- en uno
de sus inspiradores libros, donde nos habla de una médica a quien habían
llamado para ver a un enfermo muy grave:
Ella se daba cuenta de que él no
quería de ella un aluvión de palabras, ni exhortación, ni siquiera compasión;
quería una compañía real y ardiente. Pasó con ella una hora entera en completo
silencio, y esa hora fue para ella una de las más bellas de su vida.
El libro del Eclesiastés nos asegura que hay;
y esto es exactamente lo que ocurrirá si actuamos con el discernimiento que nos dará el Espíritu si verdaderamente deseamos ser guiados por él y le dejamos hacerlo.«tiempo de callar y tiempo de hablar» (3,7),
«La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios» (CCE 1501).
Frecuentemente, el perder una fe débil es consecuencia
directa de culpar a Dios por la enfermedad y el sufrimiento que tenemos.
Personalmente, me es muy difícil hablar a la persona amargada. Sí, puedo decir
lo que quiera decir, pero a veces me oigo mis propias palabras «como bronce que
suenao címbalo que retiñe» (ICo 13,1).
Aunque recuerde que la cruz de Cristo es la
respuesta al misterio del sufrimiento y que hay beneficios en compartirla con
él por medio de nuestro propio sufrimiento, a menudo mis propias limitaciones
me impiden saber cómo hablar a una persona que está con dolor, deprimida o
enfadada, las palabras de san Pablo:
«completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24)Decir a destiempo que;
«en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman» (Rm 8,28),suena más bien a acusación, como si dijera "Esta promesa no es para ti."
Muchas otras veces, sin embargo, veo cómo esas
mismas palabras tocan el corazón de la persona como un bálsamo de esperanza.
Este pensamiento me da a veces la fuerza para compartir lo que hay en mi
corazón en lugar de simplemente escuchar las quejas de la persona, y recuerdo
que fue precisamente por su propio sufrimiento como Job pudo descubrir la majestad
de Dios y terminar confesando:
«Yo te conocía sólo de oídas, más ahora te han visto mis ojos» (Jb 42,5-6).
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viernes, 24 de enero de 2014
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera.
Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera.
Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición)
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:
- Buenos días.
- Buenos días. Respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho, Dijo el guardián pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero.
Posiblemente dormía.
- Buenos días, dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.
Hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar.
Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
Podéis volver siempre que queráis, Le respondió éste.
A propósito ¿Cómo se llama este lugar?, preguntó el hombre.
CIELO LE RESPONDIO.
¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
Aquello no era el Cielo. Era el Infierno, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa trae grandes confusiones! advirtió el hombre.
¡De ninguna manera!, increpó el hombre, En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos...
Cuando pasaban cerca de un árbol enorme cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales (a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición)
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino vieron un magnifico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:
- Buenos días.
- Buenos días. Respondió el guardián.
- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
- Esto es el Cielo.
- ¡Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos!
- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. Y el guardián señaló la fuente.
- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
- Lo siento mucho, Dijo el guardián pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero.
Posiblemente dormía.
- Buenos días, dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
- Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.
Hay una fuente entre aquellas rocas, dijo el hombre, indicando el lugar.
Podéis beber toda el agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
Podéis volver siempre que queráis, Le respondió éste.
A propósito ¿Cómo se llama este lugar?, preguntó el hombre.
CIELO LE RESPONDIO.
¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
Aquello no era el Cielo. Era el Infierno, contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa trae grandes confusiones! advirtió el hombre.
¡De ninguna manera!, increpó el hombre, En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos...
cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos
Un hombre que acababa de encontrarse con Jesús Resucitado, iba a
toda prisa por el Camino de la Vida, mirando por todas partes y
buscando.
Se acerco a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le pregunto: "Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?".
El anciano, encogiéndose de hombros le contesto: "Depende del tipo de cristiano que ande buscando".
"Perdone", dijo contrariado el hombre, "pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Solo conozco a Jesús".
Y el anciano añadió: Pues si, amigo; hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos los gustos:
"Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos..."
"¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!", exclamo el hombre emocionado.
"¡Vaya!", dijo el anciano con voz grave.
"Esos son los mas difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que paso uno de esos por aquí, y precisamente me pregunto lo mismo que usted".
"¿Como podré reconocerle?"
Y el anciano contesto tranquilamente: "No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan huellas."
Se acerco a un anciano que estaba sentado al borde del camino y le pregunto: "Por favor, señor, ¿ha visto pasar por aquí a algún cristiano?".
El anciano, encogiéndose de hombros le contesto: "Depende del tipo de cristiano que ande buscando".
"Perdone", dijo contrariado el hombre, "pero soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Solo conozco a Jesús".
Y el anciano añadió: Pues si, amigo; hay de muchos tipos y maneras. Los hay para todos los gustos:
"Hay cristianos por cumplimiento, cristianos por tradición, cristianos por costumbres, cristianos por superstición, cristianos por obligación, cristianos por conveniencia, cristianos auténticos..."
"¡Los auténticos! ¡Esos son los que yo busco! ¡Los de verdad!", exclamo el hombre emocionado.
"¡Vaya!", dijo el anciano con voz grave.
"Esos son los mas difíciles de ver. Hace ya mucho tiempo que paso uno de esos por aquí, y precisamente me pregunto lo mismo que usted".
"¿Como podré reconocerle?"
Y el anciano contesto tranquilamente: "No se preocupe amigo. No tendrá dificultad en reconocerle. Un cristiano de verdad no pasa desapercibido en este mundo de sabios y engreídos. Lo reconocerá por sus obras. Allí donde van, siempre dejan huellas."
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jueves, 23 de enero de 2014
El Vicario general de Mallorca se muestra a favor del «matrimonio» homosexual y del aborto en algunos casos
Por fin vamos haciendo nuestro el parrafo de
- ¿Qué piensa sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo?
La Iglesia debe acoger y respetar la decisión de las personas, debemos ser comprensivos con esta gente y verlos como dos personas que desarrollan su estima con normalidad. En mi caso, por generación, me cuesta asumirlo, pero no soy nadie para juzgar su estima (amor), los acepto perfectamente, al igual que el Papa.
Leer toda la entrevista
donde JesúsTambien en Juan 8 3.11encontramos un parrafo dedicado a lo mismo, esto es ha no juzgar a los demas, sino a juzgarnos primero a nosotros mismos.
y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
Esto lo decían para tentarle, para
tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con
el dedo en la tierra.
Pero, como ellos insistían en
preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin
pecado, que le arroje la primera piedra.»
E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Ellos, al oír estas palabras, se iban
retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo
Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
El sacerdote Antonio Vera ha sido el director de Cáritas diocesana de Mallorca. Desde hace cuatro meses es el Vicario general de la diócesis balear.
No dice no a todos los abortos. A favor del «matrimonio» homosexual
- ¿Cómo ve la polémica que ha suscitado dentro del Partido Popular la reforma de la Ley del Aborto? ¿Qué opinión tiene de la polémica reforma?
Hablar del aborto en seco me resulta difícil. No digo que no al aborto en ningún caso, sino que es un tema que debe reflexionarse mucho. Una cosa es cuando se ha producido una situación compleja y concreta como puede ser una violación y otra cosa es el relax de decir vivamos como queramos y una vez hecho, decidir abortar. Cada caso es cada caso, no debe generalizarse. Creo que es necesario reforzar la educación sexual entre los jóvenes y enseñarles la parte positiva de la sexualidad. La sexualidad es bella y por eso hay que cuidarla y embellecerla todavía más, debe ser un acto de amor.- ¿Qué piensa sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo?
La Iglesia debe acoger y respetar la decisión de las personas, debemos ser comprensivos con esta gente y verlos como dos personas que desarrollan su estima con normalidad. En mi caso, por generación, me cuesta asumirlo, pero no soy nadie para juzgar su estima (amor), los acepto perfectamente, al igual que el Papa.
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martes, 21 de enero de 2014
La dura decisión de una sedación terminal
Cuando el médico
sale de la habitación y te dice que habrá que pensar en aplicar una sedación
terminal, porque tú mujer va a fallecer en las próximas horas; el mundo se
hunde bajo tus pies.
¿Cómo puede ser si
habíamos acudido por un mal control del dolor?, ¿debería de haber acudido antes
a urgencias?, ¡pero si hace tres días me estaba diciendo que si salía el sol saldríamos
a pasear mientras la bañaba!
Te agarras a una última esperanza y ruegas que realice la
toraco que tenía prevista por si, al reducir la acumulación de líquido pleural,
los síntomas remiten. El te mira compasivo y accede sabiendo, que por mas
liquido que saque “Alea iacta est” y que morirá por sus complicaciones pulmonares,
axfisiada.
Pasas la noche sentado junto a ella esperando, que en
cualquier momento, un gesto denote una leve mejoría pero no, la suerte está
echada y al despuntar el alba no te queda otra cosa que hacer que llamar al capellán
y comunicar al doctor tu decisión.
Sabes que en el
momento en que el proceso comience has quemado tus naves, la retirada ya no es
posible. Vuelves a sentarte en la silla y a coger su mano, escuchas su estertor
agónico, ves como por momentos le va faltando el aire y que el oxigeno que se
le suministra ya no surte ningún efecto, la sedación es tan suave que debes de
llamar al enfermero para que le administre algo para el dolor. Aguantas el
llanto, porque sabes que incluso los enfermos en coma sienten y no quieres que sufra
por ti. Llegado el momento, cierras sus ojos y llamas al timbre de enfermería,
todo ha terminado para ti aunque sepas que para ella comienza una nueva vida,
libre de llanto y de dolor. Agradeces a Dios que te haya permitido cuidar de
ella y que en ningún momento estuviera sola, la paciencia que te ha dado para
atenderla y sobre todo que haya tenido una agonía tan sumamente corta.
Vuelves a casa
pero ya no es la misma, esta silenciosa, falta algo, falta su presencia.
Comienza el duro retorno a la vida, a una vida sin ella. Sientes el apoyo de tus
hijos, de las personas que te aprecian, pero ese vacío no se puede llenar.
Fueron
muchos años felices juntos, ahora tan solo queda esperar que el señor te llame
a su lado y puedas volver a reunirte con ella.
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Creo en la vida eterna Por Monseñor Tihamér Tóth
Creo en la vida eterna
Compendio de su libro
Capítulo I
Que nuestro Padre celestial nos conceda una firme e inconmovible fe en la vida eterna; y, más aún, que vivamos de tal manera que lleguemos a gozar de una eternidad dichosa, y que en la losa sepulcral de cada uno de nosotros puedan inscribirse las palabras que Luis VEUILLOT (1813-1883), el gran periodista católico francés, compuso para su propio epitafio:
“Después de la oración final, colocad sobre mi tumba una pequeña cruz, y en memoria mía no escribáis sobre la lápida sepulcral más que esto: “Creyó y ahora ve”.
¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?” (Mateo 16,26)
¿Existe o no el otro mundo? Esta
cuestión no la podemos esquivar. No podemos actuar como el soldado del cuento
que en el combate, en medio de una lluvia de balas, empezó a orar de esta
manera: “Dios mío (si es que hay Dios),
salva mi alma (si es que hay alma), para que no vaya al infierno (si es que hay
infierno); sino que entre en el cielo (si es que hay cielo)”. No podemos
vivir con esta gran duda. Debemos estar convencidos de si hay o no vida eterna.
Porque ¡cuán diferente será toda mi
vida si creo o no creo en el más allá!
¡Qué distinta es la misma muerte según crea o no en la vida eterna!
Muere el incrédulo y también
muere el creyente; pero hay una diferencia tan grande, como de la tierra al
cielo, entre la muerte de uno y de otro. El incrédulo se agarra con
desesperación a la vida que se le escapa. Mas el creyente, a medida que se
acerca al final de su vida se siente más cerca de Dios, se hace más profundo y juicioso,
ora con más fervor. Así espera el momento postrero lleno de solemnidad.
La vida es un correr hacia la
muerte. En efecto: la vida es un morirse continuo, y solamente en la hora
postrera de la vida cesamos de morir.
¡Y es que algunas veces suenan
tan vacías y tan formalistas las
palabras de consuelo! “También a mí se me murió mi madre.” Pero
¿es esto un consuelo para mí? Y estas otras: “El tiempo mitigará el dolor
que sientes... el tiempo cicatrizará la herida que ha dejado en tu corazón.”
“La recordaremos siempre.” “¡Ha tenido una muerte tan tranquila! Se durmió
apaciblemente.” ¡No, no! Sólo la fe
en la vida eterna es lo que me puede dar verdadero consuelo: “¡Seguirá viviendo y nos volveremos a
ver!” Sólo así son “bienaventurados los que lloran —los que de esta
manera lloran—, porque ellos serán consolados” (Mateo 5,5).
Realmente, la gran sabiduría de
la vida es ésta: mirarla desde el punto de vista de la muerte, y mirar la
muerte a la luz de la vida eterna. Así, se transforma la muerte en la gran
niveladora y la gran orientadora de la vida. Al triste y al dolorido le dice: ¡Ten
paciencia, ya no durará mucho! Al superficial y frívolo le dice: ¡Cuidado,
todo se acaba muy pronto! Al engreído: ¡Espera, espera un poco, ya verás
qué será de ti! Y al que lucha con tesón haciendo el bien: ¡Persevera,
que al final alcanzarás tu galardón!
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lunes, 20 de enero de 2014
Erase un hombre muy rico.
Erase un hombre muy rico.
Tenía abundancia de todo..., pero le sobrevino la
desgracia y lo perdió en un momento. Después, resentido,
se fue vagando por el mundo.
Pasó por un pueblo y vio que un
hombre revolvía el trigo con una gran pala. "¿Por qué no dejas
en paz estos granos?" —le preguntó.
"Para que no se pudran de pura
tranquilidad." —le respondió el hombre.
Pasó después a otro hombre que estaba arando la
tierra. "¿Por qué rasgas la pobre tierra?" "Para que
sea más blanda, y así se empape bien de la lluvia y el sol.”
Pasó por un viñedo,
donde un agricultor podaba los sarmientos con unas tijeras.
"¿Por qué atormentas estos sarmientos?"
¡Qué voy a
atormentarlos! “Los estoy podando para que den abundante y buena
cosecha."
Entonces se le
abrieron los ojos al caminante:
Señor mío, yo soy el trigo que has
revuelto para que no me pudra.
Yo soy la tierra que has cortado con
profundos surcos para que me vuelva más blanda a tus palabras
y a tu gracia.
Y yo soy el sarmiento que has podado con el cuchillo del dolor para que dé más
fruto.
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